El poder del Ki (Chi en china)
La biografía del Maestro Ueshiba Morihei, fundador del Aikidô, está llena de acontecimientos extraordinarios. En el curso de su existencia, más de una vez fue atacado de una manera completamente inesperada, tanto por detrás como cuando dormía. Sin embargo, nunca fue sorprendido, siempre consiguió neutralizar a su adversario. Un día, aceptó combatir sin armas contra un experto de Kendô, armado con su sable de madera (boken). Esquivó todos los golpes hasta que su adversario, cansado, renunció a atacarle. El Maestro Ueshiba explicaba: Antes de que alguien me ataque, su ki viene hacia mí. Si lo evito y su cuerpo sigue su ki, sólo tengo que tocarle ligeramente para que caiga al suelo.
En el curso de una expedición a Mongolia realizó una proeza aún más sorprendente. Un soldado le estaba apuntando con un fusil a unos seis metros. En el momento en el que disparó, el soldado tuvo la desagradable sorpresa de ser asaltado por Ueshiba que lo desarmó.El Maestro habría dicho: Existe un tiempo muy largo entre el momento en el que un hombre decide disparar y el momento en el que dispara efectivamente.¿Tenía la facultad de jugar con el tiempo? ¿Podía escapar a las leyes de la física?. Sin lugar a dudas un hombre así es un enigma que molesta a los científicos oficiales y cartesianos. Sobre todo por el hecho que no se puede decir que estas historias forman parte de la credulidad supersticiosa de la Edad Media. Ueshiba Morihei es, en efecto, un Maestro contemporáneo, muerto en 1969. Numerosos testigos, aún vivos, pueden certificar lo que ellos han visto con sus propios ojos. Existen incluso fotografías en las que se ve a Ueshiba, frágil anciano de ochenta años, resistir el empuje vigoroso de un hombre joven, con el cuerpo relajado y una sonrisa en los labios.


El KIME es el hecho de proyectar el ki con la ayuda del cuerpo, concentrando la onda de choque y la energía interna sobre un punto de manera que esta energía pueda continuar cuando el golpe se detiene. Los Maestros de karate practican a veces una experiencia curiosa: un alumno tiene un colchón doblado en cuatro veces contra su vientre, sin olvidar de contraer sus abdominales. El Maestro da una patada completamente relajada, pero con el kime concentrado sobre el colchón. El alumno está obligado entonces a dejar el colchón para cogerse el vientre y no puede impedir que un grito de dolor se le escape. La energía, después de haber atravesado el colchón y el vientre contraído, ha alcanzado finalmente la columna vertebral.
El sexto sentido, la facultad de presentir un ataque, también está en relación con el ki, la energía.
Todo pensamiento, toda intención es una onda emitida por una persona y que puede ser captada por otra, cuya sensibilidad esté muy desarrollada. Los grandes Maestros, después de años de práctica, poseen este poder de presentir intuitivamente un ataque. De esta manera pueden anticiparse a los movimientos del adversario y, a pesar de su avanzada edad, permanecer inatacables. El ki no es ni bueno ni malo en sí mismo. El kiai puede servir para paralizar o para reanimar. Es la persona que lo utiliza quien lo hace benéfico o maléfico, destructor o creador. El empleo de estos poderes por un individuo egoísta que los utiliza para sus fines malvados puede desnaturalizarlos y corromperlos. Las escuelas de sabiduría, dignas de ese nombre, eran pues muy severas en cuanto a la selección de candidatos y la transmisión de las técnicas sólo se llevaba a cabo en el más estricto secreto.
De todas maneras, la conquista de los poderes no es la meta de la Vía. No es más que una consecuencia del despertar de las facultades latentes en todo ser humano, que resulta de un cierto trabajo interior necesario para la realización de sí. Los Maestros sólo utilizan sus poderes muy raramente, para proteger la vida o en el marco de su enseñanza.La utilización de los poderes, la manipulación de las energías no es gratuita. Por el contrario hay que temer el choque de vuelta. Tal es la ley del karma: se recoge lo que se ha sembrado. Aquel que abusa de los poderes malgasta su energía y se hunde en un laberinto oscuro, perdiendo toda esperanza de acceder a la verdadera maestría, al último secreto.
Fragmento de "El Blanco Invisible"de Pascal Faulliot. Editorial Visión Libros
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