La prueba decisiva: el miedo (El blanco Invisible)
El practicante de artes marciales se enfrenta muy pronto a un problema crucial: el miedo. Los combates de entrenamientos, aunque sean amistosos, no son por ello menos arriesgados. El que ya ha recibido algunos golpes siente una aprehensión, un temor cuyos efectos son paralizantes: el cuerpo se crispa, la energía interna no circula, las reacciones son incontroladas. Preso de esta emoción negativa no es posible ver claramente la situación y por lo tanto de enfrentarse a ella de una manera adecuada. En caso de peligro real, las consecuencias pueden ser dramáticas. En tanto que el miedo se ampara de un hombre, este no puede acceder a la verdadera maestría. Liberarse del miedo es una etapa decisiva.
El samurai, cuyo destino era arriesgar su vida cotidianamente, debía encontrar con rapidez una solución a este problema. Si se aterrorizaba sobre el campo de batalla, perdía cualquier posibilidad de enfrentarse eficazmente al enemigo. Es por lo que el general Kenshin, adepto Zen, tenía la costumbre de decir a sus hombres:
- Id al combate firmemente convencidos de conseguir la victoria, y volveréis a vuestras casas sanos y salvos. Combatid completamente decididos a morir y viviréis, ya que los que se aferran a la vida mueren, y los que desafían la muerte viven.
Una máxima del jiu-jutsu expresa la misma idea en otros términos: “Para el que se aferra, la caída llega ciertamente, pero el que no se aferra no teme ninguna caída”. Fácil de decir... pero cuán difícil de realizar. Sin embargo, parece que en los casos desesperados, cuando la vida está en juego, el hombre es capaz de cosas sorprendentes. A esto se llama “instinto de conservación”. El hombre ordinario utiliza muy poco sus potencialidades en la vida corriente, pero de cara a un peligro repentino reacciona con una fuerza o una velocidad insospechadas... Un viejo senil da un salto prodigioso cuando está a punto de ser aplastado... Una mujer consigue levantar un peso enorme para salvar a su hijo...
Todo sucede muy deprisa en una situación mortal: no hay lugar para lo superfluo. Cada fracción de segundo cuenta. Se trata de estar presente, aquí y ahora. Las interferencias psicológicas o emocionales desaparecen para dejar que una energía superior intervenga. El ser profundo se manifiesta, el don de sí es necesario... Pero una vez que el alerta ha pasado, una vez que el peligro se ha alejado, la personalidad ordinaria vuelve a tomar sus “derechos”. El miedo aparecerá de nuevo, a menudo sin ningún motivo real. El hombre vuelve a encontrarse con este problema allí donde lo ha dejado y no es capaz de enfrentarse a él ya que no puede suscitar con su voluntad su “instinto de conservación”.
Sin embargo, los Maestros afirman que existe una posibilidad de liberarse del miedo. Para ello es indispensable observarlo y ver su origen. Si éste es descubierto, el miedo desaparece como el humo, como una pesadilla al despertar.
Fragmento de "El
Blanco Invisible" de Pascal
Faulliot. Editorial Visión Libros
0 comentarios:
Publicar un comentario
Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]
<< Inicio