lunes, 21 de marzo de 2016

El Zen, una Vía de realización interior.


     El nombre Zen proviene del chino Chan que es la deformación de la palabra sánscrita Dhyana traducida por meditación, contemplación. “El Zen es, en su esencia, el arte de ver en la naturaleza del ser. Indica la Vía que va de la esclavitud a la libertad. Nos libera de todos los yugos bajo los que, criaturas limitadas, sufrimos constantemente, haciéndonos beber directamente en la fuente de la vida”, explica el profesor D. T. Suzuki. El Zen tiene la llave de la liberación, de la realización del “yo”. En ese momento, el hombre puede convertirse en Maestro de las energías que le habitan.

     El Maestro comunica técnicas y consejos al alumno para guiarle. Su presencia es una ayuda preciosa. Pero su misión se detiene ahí. Es el mismo discípulo quien deberá hacer el trabajo necesario para
despertarse. El Satori sobreviene sólo cuando las nubes de la ignorancia y de la ilusión se han disipado. De hecho, se trata de ir más allá del dualismo fabricado por el cuerpo mental que deforma la realidad.

    Además de la meditación sedente (zazen) que es una explotación interior de las profundidades del ser y del cosmos, el Zen enseña técnicas destinadas a una toma de conciencia susceptible de provocar el estallido de “los límites de la mente”.

    Por ejemplo, los diálogos (mondo) entre Maestro y discípulo. A la pregunta “¿Qué es el Zen?”, el Maestro responde a veces: ¿Y tú, quién eres tú?” o bien “El ciprés está en el cementerio”, o bien se encoge de hombros. Los koans son una especie de acertijos, de preguntas ilógicas que no tienen ninguna respuesta mental sobre las que el discípulo deba meditar. Los más célebres son: 
- Todo vuelve al Uno, pero ¿adónde vuelve el Uno?
- Cuando tocas las palmas, el choque de las manos produce un sonido. ¿Cuál es el sonido producido por una sola mano?

     El Zen, lejos de estar separado de la vida real, es por el contrario un arte de vivir que permite estar plenamente presente en cada gesto de la vida cotidiana. Para perfeccionar la realización interior, los monjes Zen ejecutan ellos mismos los trabajos necesarios para el mantenimiento del monasterio y practican las artes tradicionales. En esos momentos se ejercitan en la “meditación sobre la acción”, en la concentración sobre el movimiento”. Numerosos Maestros Zen practican así aún en nuestros días las artes marciales, con el fin de realizar “una unión más estrecha entre el hombre y el instrumento, entre el sujeto y el objeto, entre el actor y la acción, entre el espíritu y el cuerpo”. El Maestro Zen no es solamente el que es capaz de quedarse varias horas en zazen, sino sobre todo el que es capaz de controlar armoniosamente todos los dominios de la existencia. La maestría en un arte es una prueba de realización interior.

     Si el Zen y las artes marciales están íntimamente ligados en el Japón, el shinto, la antigua religión tradicional, es la tela de fondo del budô. Las ceremonias y el altar shinto ocupan su lugar en cualquier dôjô tradicional. El Maestro Ueshiba siguió una enseñanza shinto bajo la dirección del monje Degushi. El taoísmo es la Vía tradicional del imperio del Medio. El Zen es una síntesis entre el budismo hindú y el taoísmo. Verdadera alquimia interior, la enseñanza taoísta pasa por un conjunto de técnicas que conducen al Despertar de las energías latentes con el fin de regenerar al adepto. 
     
     Los métodos son parecidos a los del Zen: meditación, control de la respiración, preguntas y respuestas enigmáticas, y desde luego la práctica de la meditación en movimiento, de la concentración en los gestos cotidianas. La meditación en la actividad es para los taoístas mil veces superior a la meditación en reposo: “El ritmo universal se manifiesta solamente cuando hay tranquilidad en el movimiento”. 

     El tai chi chuan, cultivado por los maestros taoístas, representa una de las artes marciales más perfectas. Es al mismo tiempo un arte de combate, una terapia, una danza simbólica y una meditación del cuerpo. Como su nombre lo indica, este arte consiste en gobernar la acción de la energía en el cuerpo. Los Maestros afirman que hay que conservar el chi original ya que de la misma manera que mantiene la pureza del Cielo y la calma de la Tierra, permite la realización de un Hombre”.

     Si los caminos de acceso son diversos, los maestros de artes marciales han sabido integrar a su práctica las disciplinas susceptibles de conducir al último secreto.

La gran Vía no tiene puertas
Miles de caminos llevan a ella.
Aquél que franquea esta puerta sin puerta
Anda libremente entre el Cielo y la Tierra.

Extracto de “El Blanco Invisible” de  Pascal Faulliot; Ed. Visión Libros


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