lunes, 31 de enero de 2011

MANDALAS


Al referirnos a los mandalas suele ser inevitable que nuestros pensamientos vuelen veloces a Oriente, a la India védica y al budismo tibetano, en donde cobran su significado más global integrados en su milenaria tradición espiritual. Constituyen verdaderas obras de arte trascendente que, ya sean elaborados con tejidos, pinturas, bordados, tallados o con polvo de arroz y arenas de colores, nos ponen en contacto con el alma de unos pueblos con profundas convicciones espirituales.
   «Mandala» es un término sánscrito que significa «círculo», aunque en su confección pueden intervenir otras muchas formas geométricas, cuadrados y triángulos sobretodo, además de infinitud de motivos místico-religiosos (dioses, héroes, símbolos, etc.), hermosamente representados con una extensa gama de colores. Con gran variedad en sus diseños -desde los más simples hasta los exquisitamente complejos- mantiene, sin embargo, similares características fundamentales como son un centro, un cuadrado con los cuatro puntos cardinales, un círculo que lo delimita y cierto grado de simetría, equilibrio y armonía.
Simbolismo de los mandalas
   Los mandalas son una forma de expresión artística imbuida de una profunda finalidad trascendente. Son un arte ritual y sagrado que expresan, simbólicamente, la totalidad de la existencia; un modelo del cosmos que integra, de una manera sintética y esencial, la cosmovisión de sus creadores.
   El punto central expresa la idea de «centro del mundo», punto de confluencia de lo sagrado en el espacio profano, a partir del cual se recrea la cosmogonía, el esquema de la creación del mundo, con sus potencias y leyes fundamentales; el misterio de cómo ha venido a la existencia y cómo se ha organizado. Para el pensamiento hindú, Brahma, el cosmócrator, dirigió su mirada hacia los cuatro puntos cardinales antes de la Creación, haciendo una división cuádruple del círculo. Brahma representa el centro, la unidad que preexiste y subsiste al momento primordial cosmogónico. El círculo refleja la diversidad y la totalidad (macrocosmos) con sus cuatro direcciones espaciales. De esta manera, el mandala se constituye como una imago mundi, un microcosmos, una representación a pequeña escala de la Creación.
   En la historia de las creencias religiosas se conoce un sinfín de construcciones y representaciones rituales que expresan esta idea «vandálica» de irrupción de la potencia de lo sagrado en un punto, alrededor del cual se organiza el espacio sagrado. Ejemplo de ello son los templos de todas las culturas: desde las pagodas hindúes hasta las catedrales góticas, pasando por Stonehenge o los templos egipcios y grecorromanos; ciudades sagradas como Tebas, Roma, Delfos o Cuzco; e incluso países enteros con una geografía sagrada como fue Egipto. Según la mentalidad de estos constructores, y tras los rituales que a tal efecto realizaban -como el de orientación, demarcación de los límites, etc.-, en el interior de estas construcciones se expresaba el orden, la sacralidad, lo luminoso, lo atemporal, el bien y la justicia; mientras que más allá de sus muros y fronteras se quedaba el desorden, lo profano, la oscuridad, lo perecedero, el mal y la injusticia.
   Gracias a la recreación de este espacio sagrado, el hombre se podía reintegrar al orden cósmico, llamado Maat por los egipcios, Dharma por los hindúes y Tao por los chinos, solidarizándose con las fuerzas que gobiernan la vida y estableciendo puentes de comunicación estables entre lo divino y lo humano.
Los mandalas en la Naturaleza
   La idea que expresa el mandala no es una invención humana, es más bien un patrón o arquetipo de la Naturaleza. La ciencia moderna de vanguardia ha redescubierto este sentido de totalidad inteligentemente organizada e interrelacionada en sus partes, en donde las mismas leyes y estructuras rigen tanto lo cósmico como lo atómico. Encontramos por ello esta idea mandálica de centro inmóvil y circunferencia repleta de dinamismo, desde las estructuras de las galaxias y los sistemas solares, hasta en la intimidad de los diminutos átomos. Lo descubrimos detrás de los ciclos vitales del agua y del oxígeno, y en la forma de una flor. Cuando cortamos transversalmente una manzana descubrimos un mandala, en una gota de agua que cae en un tranquilo lago; en la estructura cristalina de los copos de nieve; en la imagen del sonido en la pantalla de un telescopio; en la estructura de los cristales, en la de una célula y en la del caparazón de una concha.
Mandalas y psicología
   Ontológicamente, los mandalas expresan la realidad absoluta, y por ello en Oriente son utilizados como vía de meditación, como medio o instrumento para relacionarse con la realidad y comprenderla. En este contexto, se entiende por «realidad» tanto aquella que forma parte del mundo sensible y que puede ser percibida por los cinco sentidos, como esa otra, trascendente, del mundo inteligible, a la que podemos aproximarnos a través de la razón y, sobretodo, de la intuición.
   El psicólogo suizo Carl Gustav Jung (1875-1961), dedicó gran parte de su vida a realizar un profundo estudio de los mandalas y a relacionarlos con los revolucionarios descubrimientos que realizó en el campo de la psicología. Jung concibió el mandala como un genuino instrumento conceptual, para analizar y sentar las bases de la estructura arquetípica de la psique humana. Fue el redescubridor para Occidente (en la era moderna) de que la estructura de la conciencia poseía la misma estructura que el Universo, dejando reflejadas sus conclusiones en su libro El secreto de la flor de oro. En esta obra de incalculable labor de síntesis entre la sabiduría milenaria de Oriente y sus modernas investigaciones sobre el inconsciente individual y colectivo, Jung descubre, tras largas e intensas indagaciones en los mitos y tradiciones espirituales de la antigüedad, que los símbolos y arquetipos, a parte de ser comunes a todas las culturas -como demostró el antropólogo Mircea Eliade-, son también una herencia común de la humanidad, reunidos en el Inconsciente colectivo, y cuya estructura fundamental se sintetiza en el mandala.
   En el inconsciente individual se halla la memoria y experiencia de una persona desde el momento que nace, pero en el inconsciente colectivo se halla impresa la memoria y experiencia común a toda la humanidad, la expresión psíquica de la identidad que trasciende todas las diferencias culturales y raciales. Sobre esta base se explica la analogía y hasta la identidad de los temas míticos, de los símbolos y de la comprensión humana en su más amplio sentido. Sólo mediante el símbolo, que irrumpe en la conciencia espontáneamente, ya sea en sueños o en vigilia, o provocando su aparición mediante ejercicios y técnicas, puede el «inconsciente» ser alcanzado y expresado, según Jung.
   El mandala, en su clave psicológica, es pues, una representación de la psique humana en su totalidad, de la que la conciencia es sólo una pequeña parte, quedándose el resto relegado al inconsciente.  


LOS YANTRAS
   Los Yantras, palabra de raíz sánscrita que significa «liberación del sutil vehículo de la conciencia», son mandalas geométricos dibujados sobre papel, grabados sobre metal o piedra, de uno o varios colores, utilizados como medio de meditación o concentración. Partiendo de su elemento central, alrededor del cual se construye toda la figura (representación del origen y del equilibrio), evoca la idea de emanación y radiación de la energía, pudiendo aumentarla o disminuirla en el individuo que medita sobre él. Existen Yantras de tipo curativo o protector, cuya función es la de condensar las energías positivas y neutralizar las energías negativas, canalizándolas hacia el bienestar físico, mental o emocional de las personas. Otros están dedicados a fines místico-religiosos, y contienen representaciones divinas. Un tercer grupo, por último, se emplea normalmente en relación con un mantra (sonido sagrado), como base de las prácticas de concentración, en el contexto de las técnicas de desarrollo psíquico y espiritual.

Antonio Marí




YIN-YANG, SIMBOLO DE DUALIDAD


El Yin-Yang es uno de esos símbolos orientales que más universalidad ha conseguido con el pasar de los años. Casi todo el mundo lo reconoce aunque no sabe exactamente cuál es su origen y lo que significa en realidad. Al haber alcanzado un estatus de gran popularidad su identidad ha caído en lo superficial, convirtiéndose en un amuleto de protección contra supersticiones de todo tipo o para atraer la buena suerte. El merchandising que ha surgido en torno suyo es abrumador.
            Más allá de aspectos superficiales, nos encontramos ante uno de los símbolos de más hondo significado. Su contenido es fascinante, casi inabarcable por nuestra mente lógica. Encierra conocimientos que van desde metafísica pura y cosmogénesis, hasta cuestiones relativas a la naturaleza psíquica y física del ser humano
Símbolo y sistema de pensamiento
             El Yin-Yang es fundamentalmente un símbolo, y se entiende como tal una puerta de acceso a muchas realidades ocultas en él; es como un cofre que custodia un tesoro. La palabra nos llega del griego Sumbolon, a través del latín Symbolus, que traducimos como “Aquello que lleva” o “Lo que porta algo consigo”.
             Para entenderlo en su globalidad, primero debemos diferenciarlo del signo que está destinado a comunicar una información, una norma o un mensaje concreto sobre cuestiones ordinarias. Es una invención, un acuerdo tácito de convivencia entre un colectivo. Por ejemplo, las señales de tráfico son signos.
            Sin embargo, el símbolo encierra un mensaje no ordinario de una mayor introspección conceptual; en cierto modo, alberga “secretos” que trascienden al mismo ser humano. Su función es transmitir una realidad esencial y arquetípica a través de conceptos metafísicos de gran profundidad y universalidad, que se hacen accesibles a nuestra naturaleza objetiva y racional: la justicia, la verdad, el bien, la belleza, el espíritu, los misterios de la vida, las leyes universales… Además de encerrar un amplio contenido, también hace de puente entre esas ideas puras y nuestra conciencia.
           En base a todo esto hay que entender que el símbolo no es un criptograma caprichoso y gratuitamente hermético, o destinado a una élite de individuos privilegiados. Más bien es un desafío para aquellos que necesitan respuestas en la vida y se preguntan qué es esto que llamamos existencia. El conocimiento de un símbolo está ahí, accesible; el problema está en nuestra conciencia y nuestra preparación interior para asimilar y comprender su oculta realidad.
           El profundo simbolismo del Yin-Yang acabó convirtiéndose en un sistema de pensamiento. Esto significa que encierra en su ontología una manera de pensar, de vivir y de entender el cosmos; transmite una cosmovisión muy relacionada con el taoísmo y con el confucianismo.
           Tao es, “camino”, “doctrina”, una vía a seguir en relación al arte de unir y entrelazar el cielo con la tierra. Una de las definiciones más antiguas que nos han llegado sobre el Tao es: “Un aspecto Yin, una aspecto Yang, eso es el Tao”. Para muchas escuelas orientales el Tao es el principio inmanente en todos los ámbitos de la realidad, es la esencia de todo cuanto existe; el Yin-Yang es su expresión concreta, su forma externa. El Tao y su manifestación como Yin-Yang se sintetiza, como se dijo antes, en el arte de poner en comunicación el cielo y la tierra, las potencias y fuerzas sagradas con los hombres. El confucianismo, por su parte, utiliza el Yin-Yang como una aplicación práctica y como parte de una doctrina a seguir en relación a la conducta y a la regla moral.
 Origen y mitología del Yin-Yang
           Este símbolo es mucho más remoto que sus primeras apariciones en textos pretaoístas, pues se ha encontrado en algunos objetos rituales de mucha antigüedad. Aparece en casi todos los movimientos filosófico-místicos de China: es icono y fundamento del Tai-Chi; es la base con la que se crea el oráculo del I-Ching (los hexagramas están compuestos por líneas Yin o Yang); es una de las bases del pensamiento taoísta y está integrado también en el confucianismo; es uno de los ejes de la medicina y la acupuntura chinas, y además forma parte de las artes marciales, del FENA-Shui, del Chi-Kung, etc. Hablar de la idiosincrasia china sin mencionarlo o asociarlo es muy difícil.
           Según el Tao Te King, el universo se crea de la siguiente manera:
          “El Tao engendra el I (Wu-Chi o vacío), I engendra 2 (yin-yang), 2 engendra 3, 3, los 10.000 seres. Los 10.000 seres llevan el yin a la espalda y el yang en los brazos. Mezclando sus soplos realizan la armonía” (Tao Te King).
           El mito de la creación chino nos cuenta el siguiente relato: “Al principio, los cielos y la tierra eran solamente uno y todo era caos. El universo era como un enorme huevo negro, que llevaba en su interior a P’an-Ku. Tras 18.000 años P’an-Ku se despertó de un largo sueño. Se sintió sofocado, por lo cual empuñó un hacha enorme y la empleó para abrir el huevo. La luz (yang), la parte clara, ascendió y formó los cielos; la materia fría y turbia (yin) permaneció debajo para formar la tierra. P’an-Ku se quedó en el medio, con su cabeza tocando el cielo y sus pies sobre la tierra. Permaneció entre ellos como un pilar gigantesco, impidiendo que volviesen a estar unidos”.
           El huevo representa el Yin-Yang: dos aspectos de la energía primigenia o universal.
 Significados del Yin-Yang
Carácter Universal: según la tradición china, Yin y Yang son elementos esenciales que penetran todas las sustancias que se encuentran el la tierra y en el cosmos. Todo lo que existe, participa en un grado más o menos alto de ellos. No son una fuerza, ni una energía, ni una manifestación; en fin, no son particularidades, sino cualidades comunes a los fenómenos del universo. Por consiguiente, no es posible identificarlas con nada concreto y específico sin que pierdan su condición fundamental de universalidad.
Principio de Oposición e Interdependencia: Yin-Yang son elementos opuestos, pero a la vez complementarios, lo que nos conduce a una paradoja. Todo tiene su opuesto en este mundo, la existencia de uno expresa inevitablemente la existencia de su contrario; es decir, en el momento que designamos que algo es alto, es porque existe un punto de referencia: lo bajo. Ocurre lo mismo con el día y la noche, el frío y el calor, lo grande y lo pequeño, etc.
Principio de Polaridad-Dualidad: este principio nos muestra un universo dual, entendiendo que existen leyes de polaridad, atracción y rechazo, que van desde lo más pequeño, como el universo atómico o cuántico, hasta las relaciones humanas o más allá de los sistemas planetarios. El universo es dual y de esa dualidad emana el equilibrio, la vida y la evolución. La polaridad es necesaria para la existencia. Tenemos ejemplos en un átomo, con sus electrones, o entre los seres vivos, cuando lo masculino fecunda a lo femenino. A un nivel más grande, la naturaleza misma se regenera de igual forma.
 Principio de Ciclicidad: el Yin-Yang también representa la energía de la renovación gracias a la ciclicidad. Su forma circular y su grafismo nos muestran elementos que cobran movimiento, que se alternan. Las polaridades se intercambian y de ese flujo continuo, de ese equilibrio constante surge el movimiento. El universo está compuesto por una naturaleza que se alterna de manera cíclica. El Yin-Yang representa también esos ciclos de polaridad.
 Principio de Relatividad: Yin y Yang no son conceptos absolutos, sino relativos. Nada es completamente Yin ni completamente Yang, como bien indican los dos puntos opuestos en cada lado del símbolo. Por ejemplo: el invierno significa frío y el verano calor; sin embargo en un día de invierno podemos tener calor y viceversa.
 Principio de Crecimiento-Decrecimiento: Yin-Yang, al ser opuestos per interdependientes, nos muestran que si uno de ellos crece el otro decrece; de no ser así, no estaríamos en presencia de un equilibrio dinámico, que es lo que alcanza su interdependencia. Según una sentencia china: “el crecimiento es ya el germen de la muerte”, pues en el momento en que se nace, se empieza el camino hacia ella. Otro aforismo dice: “Antes que la noche parta el día está por llegar”. El Sol comienza a descender a partir del mediodía, cuando está en el punto más alto, para dejar paso paulatinamente a la noche. A medianoche el proceso es inverso.
 Equilibrio Universal: el Yin-Yang se encuentra en un permanente equilibrio dinámico que se desestabiliza para volver a conformarse de nuevo. Ambos se consumen y se generan mutuamente. Esa armonía significa que la preponderancia del Yang va seguida por la del Yin y viceversa. En la medida que Yang crece, Yin decrece y lo inverso; y que Yin se gesta y engendra en el interior del Yang, mientras ocurre lo mismo en el seno de Yin. Todos los fenómenos perteneces a Yin o a Yang y su compensación mantiene estable el universo.
         Este escrito no ha hecho más que despuntar la insondable realidad de este símbolo milenario. Tan sólo se ha hecho una mirada fugaz, pues su misterio y sabiduría siguen velados. Sólo la comprensión aplicada en la “praxis” de la vida hará posible enriquecerse interiormente al atesorar un granito más de la Sabiduría perenne, y nos permitirá conocer los ocultos resortes con los que funciona el cosmos, y el papel que desempeñamos en él.

José Luis Gil Miró